viernes, 3 de octubre de 2008

Fidel mantiene al estado en regresión

El Universal
Ricardo Alemán
Itinerario Político
03 de octubre de 2008



Fidel Herrera: ‘virrey’ de Veracruz


El gobernador mantiene vivo al viejo PRI
El estado y su gobierno: la más pura de las regresiones





“Si quieren mi vida para que nos hagan caso, se las doy”, dijo Ramiro Guillén Tapia en protesta por la indolencia del gobierno de Veracruz. En seguida se prendió fuego y murió después por quemaduras de segundo y tercer grados en 90% del cuerpo.


Poco antes el gobierno de Fidel Herrera había cancelado a Guillén Tapia una audiencia largamente esperada —cancelada en un centenar de ocasiones—, para atender y resolver un muy añejo conflicto agrario que por décadas enfrentan los indígenas popolucas. Cansado del repetido engaño del gobierno estatal, Ramiro Guillén Tapia protestó en forma extrema, lo que le costó la vida.

Fidel Herrera Beltrán es el gobernador de Veracruz, heredero de las más cuestionables prácticas autoritarias del viejo PRI y uno de los últimos políticos en activo de la camada de “jilgueros” juveniles del entonces presidente Luis Echeverría —a propósito de cuatro décadas de la masacre de 1968—, quien a decir de no pocos de sus paisanos trabaja no para Veracruz y menos para los veracruzanos, sino para hacer realidad un sueño largamente anhelado; el de ser presidente de México.

Para políticos, analistas y observadores de lo que ocurre en Veracruz —desde que Fidel Herrera llegó al gobierno estatal—, la protesta suicida de Ramiro Guillén Tapia es del tamaño de gobierno autoritario, represor, censor de los medios de comunicación y nada democrático de Fidel, el mandatario estatal veracruzano que como pocos ilustra los estragos de la balcanización que desde la caída del poder presidencial del PRI se produjo en las entidades federativas.

Fidel Herrera es el virrey todopoderoso de Veracruz, feudo que el mandatario estatal, su claque política y parentela creen escriturado para ellos, que no le rinde cuentas a nadie, y que no sólo tiene el control total de los poderes estatales Legislativo y Judicial, sino que mantiene un férreo control de buena parte de los medios de comunicación… Herrera Beltrán ha convertido a Veracruz en una isla en la que se preservan todos y cada uno de los vicios, los usos y costumbres, la antidemocracia del viejo PRI.

Veracruz, su gobierno y sus gobernantes son la más pura de las regresiones políticas que vive la atomización del PRI. Es decir, al caer el poder presidencialista del PRI, que era el eje articulador de la federación de partidos de todo el país en que se había convertido el viejo partido tricolor, los gobernadores se convirtieron en el vértice de la pirámide del poder entre el priísmo. Un gobernador del PRI, de una entidad del tamaño, la riqueza, la influencia política como Veracruz, es lo más cercano al dueño de la vida y el futuro de su pueblo; el virrey en turno, el que a nadie le rinde cuentas; el todopoderoso.

Y sólo en un gobierno represor, autoritario, despótico, vertical, sin equilibrios ni control alguno se puede dar una protesta como la que llevó a cabo Ramiro Guillén Tapia. La protesta del hartazgo, del rebasado límite de la burla contra la sociedad, del límite de lo que es capaz de tolerar un ciudadano agraviado de un gobierno y un gobernante despótico. Y es que Fidel Herrera sólo escucha a sus amigos, a los que lo halagan, a los que hacen la corte ante el virrey de Veracruz. Los demás pueden esperar 30, 40, 100 cancelaciones de encuentros para resolver un problema elemental de justicia, como el que reclamaba Guillén Tapia.

Los gobiernos estatales y los respectivos gobernadores de todas las entidades del país —sean de PRI, PAN y PRD— son jefes de feudos sin control político alguno y no existe poder que pueda removerlos. Antaño el poder presidencial en manos del PRI era capaz de quitar y poner gobernadores —poder fáctico contrario a la democracia elemental—, pero hoy los mandatarios encarnan por separado, cada cual en su estado, la balcanización del derrocado poder presidencial priísta. Cada gobernador es su propio jefe político.

Y en el extremo de la contradicción entre el priísmo, resulta que los gobernadores estatales del tricolor son los más interesados en que el poder presidencial no regrese al tricolor. ¿Por qué? Porque muchos de los mandatarios estatales no sólo no habrían llegado al cargo que ostentan, sino que ya habrían caído del mismo. El presidencialismo autoritario y vertical que dejó la casa presidencial en el año 2000, también dejó manos libres a gobernadores autoritarios, despóticos, y nada democráticos como Fidel Herrera, Ulises Ruiz, Mario Marín y muchos otros.

Está claro que Ramiro Guillén Tapia recurrió a una protesta extrema —lo que le costó la vida—, ante un gobierno que no ve ni escucha a sus ciudadanos. Pero ¿quien va a sancionar al gobernador Fidel Herrera? Al tiempo.

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